Solo a partir de los ocho meses, los ciclos de
descanso del pequeño empiezan a asemejarse a los del adulto.
Desde que está en el útero materno, el bebé alterna
ritmos de sueño y vigilia de manera natural. Una vez que nace, sus ciclos y
fases del sueño funcionan de forma muy diferente a las de los adultos. El sueño
del recién nacido es más activo durante los tres primeros meses de vida. A
partir del tercer mes los ciclos de descanso se alargan y el sueño profundo
aumenta; y con medio año, ya comienza a parecerse al del adulto.
El sueño del recién nacido,
¿cómo funciona?
El sueño del bebé, desde que nace hasta que alcanza
los primeros dos o tres meses de vida, tiene unas características específicas.
La 'Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos del Sueño en la Infancia y
Adolescencia en Atención Primaria', editada por el Ministerio de Sanidad (http://www.aepap.org/biblioteca/guias/guia-de-practica-clinica-sobre-trastornos-del-sueno-en-la-infancia-y-adolescencia-en-atencion),
diferencia tres tipos de sueño distintos en los recién nacidos durante esta
primera etapa de vida:
Sueño activo: durante él hay movimientos corporales
y oculares rápidos en el bebé. Representa el 60% del tiempo de sueño total del
niño a esta edad.
Sueño tranquilo: el pequeño está más relajado, con
los brazos y piernas flexionados.
Sueño indeterminado: no cumple con las
características del sueño activo ni del sueño tranquilo.
Durante estos primeros meses, el bebé puede dormir
más de 16 horas al día. Distribuye su sueño a lo largo de la jornada
combinándolo con periodos de vigilia. El sueño se presenta en varios ciclos
(tres o cuatro) de unos 50 o 60 minutos de duración cada uno, en los que
alterna una secuencia de sueño activo, seguida por otra de sueño tranquilo.
El descanso del bebé a partir de
los tres meses
El niño, a partir de los dos o tres meses, combina
etapas de sueño denominadas fases REM (Rapid Eye Movement, fases de movimiento
rápido de ojos), que se caracterizan porque, durante ellas, el pequeño presenta
una respiración y un ritmo de latidos cardiacos irregulares, con fases de sueño
No-REM, un sueño más tranquilo y profundo. Durante la fases REM, el bebé
experimenta movimientos oculares rápidos (de ahí su nombre) y muecas faciales,
como sonrisas y chupeteos.
Los ciclos de sueño de estos bebés se alargan hasta
los sesenta e, incluso, setenta minutos. Y, a diferencia de lo que ocurre en
los recién nacidos, se inician con una fase de sueño tranquilo (No-REM), a la
que sigue una fase de sueño más activo (REM).
El sueño a
partir de los seis meses
Las horas de sueño del bebé disminuyen a medida que
se hace mayor. A los seis meses, el tiempo que el
niño dedica a dormir oscila entre las trece y las catorce horas. Y las fases de
sueño REM, más activo y menos profundo, se reducen a la mitad (30%).
A partir de los ocho o diez meses, la organización
de los ciclos del sueño comienza a ser muy parecida a la del adulto. A esta
edad, las fases REM (que se entremezclan con las fases de descanso más
tranquilo) representan el 25% del sueño total del bebé y los ciclos se alargan
hasta alcanzar una duración de alrededor de 90 minutos, muy similar a la de los
adultos.
Funciones
del sueño en el bebé
¿Tienen los mismos efectos las distintas fases del
sueño del bebé? La 'Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos del Sueño en la
Infancia y Adolescencia en Atención Primaria' señala que, al ser diferentes las
fases REM y No-REM, su función también varia. Mientras que el sueño No-REM, más
tranquilo, sirve para restaurar las energías gastadas durante el día y para
liberar la hormona del crecimiento, la fase REM "ejerce una función
específica en la consolidación del aprendizaje, así como en procesos de
atención y memoria".
Al tener funciones diferentes, la falta (o
disminución) de cualquiera de los tipos de sueño en los niños produce, también,
un efecto distinto. Por una parte, la menor presencia en el sueño de la fase
No-REM provoca "retraso del crecimiento y menor regeneración de
tejidos". Por otra, la falta de sueño REM produce efectos negativos de
tipo cognitivo y de conducta, así como dificultades para una correcta
interacción social.
Fuente: www.consumer.es