Chuparse el pulgar a una edad temprana se considera una actividad normal y natural para los niños. Proviene de un reflejo de succión muy fuerte, que es vital para la supervivencia del niño o la niña. Aunque los bebés utilizan la succión para obtener nutrición, experimentan ciertas sensaciones orales agradables, algunas de las cuales se asocian a la realización a partir de la comida, la intimidad y la ternura. En la mayoría de los casos, cuando el niño o la niña madura, encuentra recursos alternativos para recibir las mismas formas de realización emocional positiva.
Sin embargo, algunos niños buscan una forma de seguir con la antaño necesaria y agradablemente tranquilizadora experiencia de la succión nutritiva (ya sea a través de la lactancia materna o del biberón), formando, así, el hábito de chuparse el pulgar (o el dedo). Este hábito, si no se elimina a una cierta edad, puede convertirse en perjudicial para el desarrollo físico, emocional y social. Estudios científicos recientes indican que los niños deberían dejar el hábito entre las edades de tres y cuatro años, a diferencia del enfoque de la regla general usada por algunos dentistas pediátricos, que afirman que debería eliminarse el hábito antes de la llegada de los dientes definitivos (entre los cinco y los seis años).
La succión enérgica del pulgar puede alterar profundamente el desarrollo de la boca y la colocación de los dientes en la mandíbula superior e inferior. Otros problemas asociados a la succión del pulgar (o dedo) pueden venir por la posibilidad de ralentizar el desarrollo social del niño o la niña (al no ser aceptados por el grupo como iguales) o el mayor riesgo de adquirir enfermedades infantiles contagiosas como resultado de ponerse constantemente un dedo sucio en la boca.